domingo, 13 de marzo de 2011

Universidad medieval europea

Las universidades medievales europeas fueron las instituciones educativas de la cristiandad latina en la Baja Edad Media; que sustituyeron a las escuelas palatinas, monásticas y episcopales existentes desde la Alta Edad Media. Comenzaron a fundarse en distintas ciudades de Europa Occidental alrededor de 1150, en el contexto del Renacimiento del siglo XII.

Estas instituciones establecieron un modelo de enseñanza superior que se prolongó en el tiempo, determinando la estructura y funcionamiento de las universidades de la época moderna y contemporánea, cuando se extendió por todo el mundo.

Las universidades medievales eran comunidades de maestros y estudiantes (universitas) que, aunque tenían como principal función la enseñanza, también se dedicaban a la investigación y producción del saber, generando vigorosos debates y polémicas. Eso se refleja en las crisis en que estuvieron envueltas y por las intervenciones que sufrieron por parte de ambos poderes: el político de reyes y emperadores y el eclesiástico de papas, obispos y órdenes religiosas.

Entre los precedentes de la universidad medieval europea, se encuentran las instituciones educativas de la Antigua Grecia -escuelas de Alejandría y Antioquía-, las escuelas nestorianas del siglo V y las instituciones de enseñanza superior persas y árabes que se habían desarrollado en Próximo Oriente y que extendieron su modelo de madrazas al Mediterráneo Occidental con la expansión musulmana: Al Andalus (desde el siglo VIII -Córdoba omeya- hasta el XIV y XV -Reino nazarí de Granada-) y el sur de Italia (Salerno -Escuela Médica Salernitana-). Más que la imitación de su modelo institucional, su influencia se dejó sentir en el intercambio cultural y la transmisión de textos clásicos griegos traducidos al árabe y vueltos a traducir al latín (por ejemplo en la Escuela de Traductores de Toledo).

Las primeras universidades de la Europa cristiana fueron fundadas en Italia, en Inglaterra, en España y en Francia para el estudio del derecho, la medicina y la teología. La parte central de la enseñanza implicaba el estudio de las artes preparatorias, o artes liberales; el trivium: gramática, retórica y lógica; y el quadrivium: aritmética, geometría, música y astronomía. Después, el alumno entraría en contacto con estudios más específicos, entre los que seguían denominándose artes los que podrían denominarse genéricamente filosofía y que incluían todo tipo de ciencias.
 
Orígenes
 

Carlomagno, coronado emperador en el año 800, había conseguido reunir una buena parte de Europa Occidental bajo su dominio: el Imperio carolingio. Para unificarlo y fortalecerlo, decidió ejecutar una reforma en la educación. El monje inglés Alcuino de York elaboró para ello un proyecto de desarrollo escolar que buscaba revivir el saber clásico estableciendo los programas de estudio a partir de las siete artes liberales: el trivium, o enseñanza literaria (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium, o enseñanza científica (aritmética, geometría, astronomía y música). A partir del año 787, se promulgaron decretos que recomendaban, en todo el imperio, la restauración de las antiguas escuelas y la fundación de otras nuevas. Institucionalmente, esas nuevas escuelas podían ser monacales, bajo la responsabilidad de los monasterios; catedrales, junto a la sede de los obispados; municipales, bajo el auspicio de los ayuntamientos; y palatinas, junto a las cortes. Esas medidas tendrían sus efectos más significativos sólo algunos siglos más tarde (aunque desde mediados del siglo IX ya funcionaban por ejemplo, la monástica escuela de Auxerre o la escuela palatina de Carlos el Calvo -Escoto Erígena-). La enseñanza de la dialéctica (o lógica) fue haciendo renacer el interés por la indagación especulativa; de esa semilla surgiría la filosofía cristiana de la Escolástica.

En los siglos XII y XIII, algunas de las escuelas que habían sido estructuradas mediante las órdenes de Carlomagno, que destacaban por su alto nivel de enseñanza, ganan el título primero de Estudio General y más adelante el de Universidad. Esto ocurre especialmente entre las escuelas catedralicias. Después comenzaron a surgir instituciones, fundadas por autoridades, que ya nacían estructuradas como una institución de enseñanza superior. Las universidades que evolucionaron de escuelas, fueron llamadas ex consuetudine; aquellas fundadas por reyes o papas eran las universidades ex privilegio.

Entre 1200 y 1400 fueron fundadas, en Europa, 52 universidades, y 29 de ellas fueron erigidas por papas. La transformación cultural generada por las universidades en el siglo XIII, fue expresada por la frase de Charles H. Haskins: En 1100, la escuela seguía al maestro; en 1200, el maestro seguía a la escuela.[1]

Algunas de estas escuelas recibían de la Iglesia Católica o de Reyes y Emperadores el título de Studium Generale, que indicaba que aquella era una escuela de renombre internacional; éstos eran considerados los locales de enseñanza más prestigiosos del continente. Los profesores de un Studium Generale eran animados a dar cursos en otros institutos por toda Europa, así como a compartir documentos. Ello inició la cultura de intercambio presente aún hoy en las universidades europeas.

 

Extensión de las universidades por Europa

 

El primer Estudio fue posiblemente el de Bolonia (especializado en Derecho, 1088), a la que siguió Oxford (antes de 1096), del que se escindió su rival Cambridge (1209), Palencia de 1208, Salamanca (1218, el primero con estudios de Medicina), Padua (1222), Nápoles (1224), París, de mediados del siglo XIII (uno de cuyos colegios fue la Sorbona, 1275).

A partir de 1254 aparece el título de Universidad, siendo la primera en tenerlo el Estudio General de Salamanca, siguiéndola las citadas, y además Coimbra (1308, trasladada desde el Estudio General de Lisboa de 1290), Alcalá de Henares (1293, refundada por Cisneros en 1499), Lérida (1300), la Sapienza (Roma, 1303), Aviñón (1303), la Universidad Carolina (Praga, 1348), la Sertoriana (Huesca, 1353), la Jagellónica (Cracovia, Polonia, 1363), Viena (1365), Universidad de Pécs (Pécs, Hungría, 1367), Heidelberg (1386), Colonia (1368) y, ya al final del periodo medieval, Lovaina (1425) y Uppsala (1477). En medicina gozaba de un gran prestigio la Escuela Médica Salernitana, con raíces árabes, que provenía del siglo IX; y en 1220 empezó a rivalizar con ella la Facultad de Medicina de Montpellier.

 

Vida universitaria

 

Enseñanzas y grados

 

Los estudiantes llegaban a las universidades habitualmente con catorce años o poco más, tras haber iniciado los estudios más rudimentarios con maestros que les enseñaban a leer y escribir y un nivel suficiente de lengua latina. Los primeros años de su vida universitaria se dedicaban a los estudios de Artes, que comprendían el Trivium y el Quadrivium. Cuando se consideraban preparados para superar los exámenes correspondientes (consistentes en la lectio -lectura y repetición memorística comentada- de un texto y su disputatio respondiendo a preguntas que procuraban averiguar si el aspirante lo había comprendido), alcanzaban el título de bachiller, lo que solía ocurrir en un plazo de unos seis años. Era muy habitual abandonar los estudios sin obtener ningún título, y sólo una minoría continuaba con el estudio de las Artes a un nivel superior o con carreras más especializadas: Medicina, Derecho o Teología. Obtener en cualquiera de ellas el título de magister (maestro) permitía dedicarse a la enseñanza universitaria en cualquier universidad (ius o licentia ubique docendi). El título de doctor exigía estudios aún más prolongados, y era habitual que los que se presentaban a tal examen llevaran varias décadas de vida universitaria (el de Artes, más breve, se solía obtener en cuatro o seis años, el de Medicina en diez, el de Derecho en doce o trece, y el de Teología en unos quince). El examen de doctorado, con la misma estructura que los de otros grados, consistía la defensa ante un tribunal de doctores de una tesis cuya originalidad no era el valor más prioritario. Las costosas fiestas y regalos a los que el doctorando estaba obligado actuaban como una barrera para dificultar el acceso al grado superior de la vida universitaria.

 

Lecciones y libros

 

Las lecciones universitarias consistían en la lectura más o menos lenta o rápida, literal o glosada con comentarios, de un texto (habitualmente de un clásico más o menos adaptado para su comprensión didáctica) por el profesor (cuya cátedra o silla se convirtió en un sitial elevado sobre un estrado cada vez más prominente, hasta cubrirse de palio y otros adornos a finales de la Edad Media) mientras los alumnos que lo consideraban oportuno tomaban apuntes (llamados relaciones). Era corriente la venta de copias manuscritas baratas en letra minúscula (en pliegos de cuatro folios de piel de carnero, llamados pecias); siendo muy poco corriente antes de la extensión de la imprenta el uso de verdaderos libros, escasos y carísimos ejemplares escritos con buena letra y custodiados en las bibliotecas (donde eran vigilados por los bibliotecarios o estacionarios) o conservados como verdaderos tesoros por un particular.

Organización y conflictosLos estudiantes se organizaban, según los estudios que seguían, en facultades. Según el lugar donde recibían las enseñanzas, en colegios mayores y colegios menores adscritos a diferentes y rivales órdenes religiosas, habitualmente abiertos por el mecenazgo de algún donante. La vida universitaria no era barata: debían pagar por su estancia y enseñanza cantidades sólo al alcance de familias ricas, aunque existían estudiantes becados, a los que algún potentado o institución poderosa pagaba los estudios, y muchos otros que seguían los estudios con toda clase de privaciones y alternándolos con todo tipo de oficios o formas más o menos irregulares de obtener dinero, comida, vestido, alojamiento y, en su caso, bebida, diversión y toda clase de vicios (tunos, goliardos). Los estudiantes también se organizaban en naciones, según su lugar de procedencia. El rector, que podía ser canónigo, doctor o incluso uno de los estudiantes, era elegido en algunas universidades por los procuradores o proctores de cada nación (cuatro en el caso de la Universidad de París), en otras por el claustro de profesores, y en otras por el ayuntamiento (en las de fundación municipal). Enseguida sustituyó al canciller o cancelario designado por el Papa como máximo cargo directivo sobre el conjunto de la Universidad y el claustro. Un decano presidía cada facultad. Eran habituales los conflictos entre grupos de estudiantes identificados por alguna de esas diferencias. Un fuero o privilegio especial sometía a los estudiantes y profesores a la jurisdicción propia y privativa de la universidad, lo que les protegía en caso de conflicto con las autoridades locales.

 

Leonard Quintero

http://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_medieval

Enseñanzas políticas de la caída del Muro de Berlín

por Miguens, José Enrique

 

Después de que se celebró en todo el mundo el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el autor analiza cómo se instalan y cómo se derrumban las barreras que encierran y aíslan.

Es un curioso hecho difícil de negar que los gobiernos totalitarios y muy especialmente los adeptos al marxismo imponen trabas y barreras a sus pueblos para impedirles salir y recibir información adecuada del exterior.

El opresivo Muro de Berlín es solamente un símbolo material de esta curiosa tendencia política, aunque llevada al absurdo por varias razones: por haberse erigido dentro de una ciudad, por tratarse de un régimen que se titulaba a sí mismo República Democrática, porque estaba en el centro de Europa, a la vista de todo el mundo, y porque quedaron debidamente registradas 600 personas que consiguieron atravesarlo y otras 239 que murieron en el intento.

De su importancia política habla el nombre oficial: "Muralla de protección antifascista". Evidentemente el eufemismo marcó el fracaso. Pero la misma situación de clausura aunque sin tantos eufemismos imperó corrientemente en la Unión Soviética, en las dictaduras del ex bloque socialista y continúa en Cuba.

Me permito entonces, para simplificar el asunto, englobar con el concepto de 'muros' o 'barreras' a todas estas tentativas de establecer aislamientos y cortes de las poblaciones hacia su exterior y entre ellas en el interior. Debemos preguntarnos: ¿a qué se deben las inclinaciones de ciertos regímenes a instituir muros o barreras contra su propia gente? ¿Qué es lo que los hizo caer? Las respuestas son importantes en tanto la primera nos permite conocer bien las razones y las variedades de este peligroso modo político de oclusión, para poder prevenirlo; y la segunda, orientarnos y ayudarnos a encontrar vías de acción positivas y factibles para salir de esta angustiosa situación.

Impulsa nuestra indagación la curiosa circunstancia que subrayó hace unos años una politóloga norteamericana: el acontecimiento de la caída del Muro de Berlín y de sus causas ha sido "undertheorized", es decir, ha merecido menos atención teórica de la que merece, lo que equivale a decir que su originalidad no ha sido adecuadamente tomada en cuenta por los científicos  occidentales. A esto agregaría que los movimientos populares en el bloque soviético que dieron origen a la caída del Muro fueron deformados por las cadenas periodísticas internacionales, que nos han querido hacer creer que estos levantamientos pretendían alcanzar el consumismo y volver al liberalismo. Esta banalización de los acontecimientos ha conseguido que la cuestión haya sido prácticamente abandonada.

Es hora, entonces, de pensar seriamente por qué se imponen estos muros y barreras entre la gente y cómo se los puede combatir.

 

La imposición de muros

 

La más importante influencia filosófica sobre esta política de oclusión fue el llamado "modernismo político", nacido en la Edad Moderna como una patología de ésta. La Edad Moderna y el Renacimiento comenzaron con el derrumbe del Imperio Romano de Oriente, caída Constantinopla en manos de los turcos, el 29 de marzo de 1453. Esto provocó la emigración en masa de intelectuales bizantinos a Italia, la cual ya había comenzado con el Concilio de Ferrara-Florencia, que duró siete años, y contó con la concurrencia de la flor y nata del pensamiento bizantino, muchos de los cuales después se quedaron.

En política no aportaron el retorno a la cultura griega clásica, que era básicamente democrática, sino la cultura helenística propia de los dos Imperios, el Macedónico y el Romano, que era autoritaria, elitista, con neta separación entre ocupantes y pueblos dominados, y nada democrática.

Desde el Renacimiento, propulsada por el naciente capitalismo que quería librarse de la tutela moral de la Iglesia, se produjo una radical inversión de lo que significa la política, que dura hasta la actualidad.

De ciencia moral ordenada hacia lo bueno para la sociedad y las personas se convierte en el arte de manipularlas y dominarlas, en un arte mágico dirigido a adquirir poder. Las figuras paradigmáticas son Maquiavelo con El Príncipe y Giordano Bruno con De vinculis in genere, que es la guía de todas las técnicas modernas de manipulación psicológica.

Se opone a este humanismo mágico el llamado "humanismo religioso" encabezado por el libro de Erasmo Institución del príncipe cristiano (que le encargó el rey Fernando el Católico) y por los tratadistas políticos del Siglo de Oro español, pero que son arrasados por el Modernismo político en la cultura occidental. ¿Quién lee hoy a Juan de Mariana o a fray Alonso de Castrillo?

Esta orientación política manipuladora, fundada en el desprecio al pueblo común, continúa en las dos ramas del Modernismo: la Iluminista (liberal) y la Romántica (socialismos nacionalistas e internacionalistas), implicando la tiranía de los "iluminados", de los "santos" o de los "revolucionarios", sobre un pueblo que denigran como oscurantista, supersticioso, irracional, confundido o engañado, lo que los ubica como inferiores y los convierte en objeto maleable para los poderosos. En esa línea Kant sostenía que los hombres del pueblo eran como cerdos encenagados en su lodazal a los que sólo correspondía obedecer. Varios autores iluministas comentados por Isaiah Berlin sostenían que hay que educarlos como a los animales domésticos para que obedezcan a sus superiores. Y encerrarlos para conseguirlo.

El Romanticismo llevado a la práctica por los jacobinos franceses culmina intelectualmente con Hegel, que calificaba a los que se oponían a su Estado como "ateos del orden moral". Cualquier inconformismo representa una conciencia escindida de la sustancia moral. En lo social serán entonces considerados como escisión de la sustancia, como ruptura de la unidad sagrada: la libertad de expresión y de crítica, la libertad de acceso e intercambio de información, la libertad de ser uno mismo y los derechos de las minorías y de los opositores, el derecho a disentir y el derecho a no ser manipulado, vejado o coercionado en las propias convicciones.

Lo siguen Karl Marx, que calificaba a los trabajadores que no pensaban como él de Lumpen proletariat –en alemán, basura, porquería, bribón o canalla– y Fidel Castro, que califica a sus opositores de "gusanos", retomando un término de los nazis germanos.

A estos sub-hombres hay que perseguirlos, encarcelarlos e impedirles emigrar, con la mejor de las conciencias, para que puedan ser educados, por su bien y el del régimen.

 

La caída de los muros

 

El derrumbe de las barreras de encierro de la gente en el bloque socialista, que culminó simbólicamente con la demolición del Muro de Berlín, tiene muchas causas, pero buena parte corresponde a la reacción de los pueblos sometidos.

Simplificando, podemos decir que los levantamientos, facilitados por los cambios en la Unión  Soviética, se iniciaron en los países más avanzados del bloque, como Polonia y Checoeslovaquia. Fueron promovidos por el hartazgo de los pueblos de las consignas rígidas, las respuestas estúpidas del Partido para justificar medidas sin sentido de los agentes políticos y la mediocridad e ineficacia de los aparatos burocráticos. El objetivo era recuperar la dignidad, el reconocimiento y la participación en las decisiones. Tal es el caso de las motivaciones en Polonia, además del resurgimiento católico incentivado por la visita del Papa polaco, según me confirmó Adam Michnik, el intelectual del movimiento Solidaridad, agente del cambio.

En el caso de Checoslovaquia, estas mismas líneas de fuerza fueron anticipadas visionariamente por quien sería luego el primer presidente democráticamente elegido, Václav Havel. En una  correspondencia clandestina de 1986 desde su prisión, comentando la derrota del primero de estos movimientos populares –"la Primavera de Praga" de 1968–, afirma: "Lo veo como la culminación de un largo proceso en el cual la sociedad gradualmente se percató de sí misma y se liberó a sí misma, no lo veo como el enfrentamiento de dos aparatos políticos con la victoria temporaria de uno más

liberal que el otro. La presión creciente de este nuevo despertar social encontrará expresión, tarde o temprano, en la esfera política".

Este proceso de auto movilización de las sociedades oprimidas, nos permite atisbar un posible camino de salida.

 

Vías de salida de las barreras de la opresión

 

Desde la aparición del clásico tratado La personalidad autoritaria, dirigido por Horkheimer y Adorno, la opresiva situación que provocó el modernismo político dio origen a una catarata de estudios psicosociales, sociológicos y políticos sobre asuntos como la opresión, la violencia de todo tipo y los sistemas de dominación y de exclusión social.

Como correctivos, fueron apareciendo las filosofías del reconocimiento: la de Charles Taylor, el "Ser para otro" de Buber y Levinas, la acción comunicativa de Habermas y Apel, el "cuidado" (care) de las politólogas feministas norteamericanas (una de ellas hoy Presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales), la reivindicación del subjetivismo de la sociedad por el papa Juan Pablo II, que abrió el camino a la sociedad activa, junto con el denominado "comunitarismo" iniciado por Amitai Etzioni.

Caracteriza este despertar intelectual una frase de Habermas que se refiere específicamente a nuestro tema: "La sociedad actual está amenazada por la escisión de los seres humanos en dos clases, los ingenieros sociales y los reclusos de instituciones cerradas" –por estas los sociólogos entendemos a las cárceles, los asilos y los manicomios–. Por un lado, los que pretenden construir a las sociedades según su razón; por el otro, los que tienen enclaustrados mediante separaciones, trincheras, exclusiones, barreras y encierros. La liberación viene del darse cuenta de los oprimidos de sus posibilidades de ser miembros activos de la sociedad política, con capacidad de influencia en las decisiones, saliendo de la pasividad, mezcla de resignación y de impotencia. Pero nadie puede hacerlo solo, necesita apoyarse en grupos para defenderse, necesita unirse con las otras personas que participan de la misma aspiración de no dejarse dominar, recuperar la dignidad y defender los mismos valores.

Para ello tenemos que dejar de lado nuestra tradicional actitud política de espectadores y críticos, e incluirnos en alguna realidad concreta de acción. Fue Jaime Balmes quien nos enseñó a los intelectuales que "toda idea que quiera obrar en la sociedad no se contenta con dirigirse a los intelectos, debe encarnarse en la realidad descendiendo al terreno de la práctica, pidiendo a la materia sus formas". La política es ciencia práctica, no teórica. Obremos en consecuencia.

Debemos ir captando en nuestra propia realidad los síntomas positivos de recuperación de la sociedad, que están apareciendo. Lo estamos viendo en la proliferación de organizaciones no gubernamentales, hoy denominadas organizaciones de la sociedad civil; en el ofrecimiento voluntario de 14 mil personas para ser presidentes de mesa en la última elección argentina, cuando en la elección anterior huían los designados; el ofrecimiento de 22 mil personas que se capacitaron para ser fiscales y las 7.300.000 personas que hacen trabajos voluntarios para ayudar a los demás. Alentemos y estimulemos entonces este proceso social de recuperación en todo lugar onde ocurra

 

Leonard Quintero

http://www.revistacriterio.com.ar/sociedad/ensenanzas-politicas-de-la-caida-del-muro-de-berlin/

Filosofía medieval

Se denomina Filosofía Medieval a la filosofía dada en Europa y el Oriente Medio durante el período conocido como Edad Media, periodo que se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V d. C. hasta el descubrimiento de América en el año 1492 d.C.
 
Delimitación histórica y temática
 
Desde un punto de vista histórico, la Edad Media se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente hasta el descubrimiento de América, pero temáticamente, según autores como Gilson, la filosofía medieval se inicia en el siglo II con el diálogo entre la filosofía helenística y las grandes religiones monoteístas. Por esto algunos autores sostienen que la filosofía antigua pierde su antigua autonomía y deviene ancilla Theologiae, vale decir, pasa a estar subordinada o con una actitud servil con respecto a la especulación religiosa.
 
Contenidos
 
Los problemas fundamentales discutidos durante este periodo fueron la relación entre la fe y la razón, la naturaleza y existencia de Dios, los límites del conocimiento y la libertad en el hombre, la naturaleza de los universales y la individuación de las sustancias divisibles e indivisibles.
 
Etapas y representantes
 
La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario, hasta alrededor del siglo VIII. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la patrística se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a las herejías luego.
 
Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la historia del dogma.
 
El cristianismo es una religión revelada: fue ofrecido al mundo por Cristo como una doctrina de redención y salvación no como abstracto y teorético; este camino se recorre en la práctica. Al asentarse el cristianismo los estudiosos desarrollaron su pensamiento y su formación intelectual; el elemento filosófico tendió a hacerse claramente reconocible, en especial cuando lo que se trataba era de enfrentarse con los ataques de filósofos paganos profesionales.
 
La influencia apologética se debió entre otras cosas al ataque hostil, y por penetrar en los datos de la revelación, el de formarse una imagen totalizadora del mundo y de la vida humana a la luz de la fe. El progreso de lo implícito a lo explicito fue un progreso en la ciencia teológica; en el proceso de argumentación y definición se emplearon conceptos y categorías tomados de la filosofía. La filosofía imperante era el platonismo, neoplatonismo (con toque estoico);
 
Los escritores cristianos no hicieron distinción entre filosofía y teología. Éstos mostraron una divergencia de actitud ante la filosofía clásica: como enemiga o como utilidad.
 
Leonard Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa_medieval
 

Entrevista a Claudia Casanova por "La tierra de Dios" y "La dama y el león"

Claudia Casanova (Barcelona, 1974) es licenciada en Económicas y en Traducción. Desde hace diez años está vinculada al mundo del libro como editora, traductora y lectora profesional. Ha sido editora y posteriormente directora editorial de Ediciones Paidós. Ha traducido para Vintage Español, Simon & Schuster, Ediciones Península, Seix Barral, Ediciones Minotauro, Ediciones Paidós y Editorial Planeta. Ha colaborado con Círculo de Lectores, Tusquets Editores y Alba Editorial.

Ha publicado en Editorial Planeta dos novelas históricas: la primera, "La dama y el león" (2006), que transcurre en la Francia medieval y que ha sido traducida a varios idiomas. En 2009 publicó "La tierra de Dios", centrada en la España de las tres culturas. Es miembro de la American Historical Association y colabora con medios digitales y revistas de divulgación histórica como Muy Interesante o Historia y Vida. Actualmente está escribiendo su tercera novela, a la vez que colabora en la nueva editorial Ático de los Libros.

(Extracto de la entrevista):


** Después de leer mucho tiempo a otros, ¿qué te hizo dar el paso de escribir y ser leída?
Claudia Casanova:
De hecho, tuve conciencia de que quería ser escritora mucho antes de empezar a editar y traducir. Entré en el mundo editorial desde abajo, como lectora profesional (que sigue siendo una de las actividades más divertidas del negocio, aunque no muy lucrativa) precisamente para encontrar un trabajo que me permitiera vivir entre libros, pero nunca dejé de escribir ni de sentirme escritora.
Escribo porque siento la necesidad de contar historias, de crear un mundo a partir de cero en el que los lectores puedan entrar y pasar un rato entretenido, emocionarse y disfrutar. Además, escribo porque me gusta ser leída: me encanta que los lectores me cuenten lo que han sentido con mis libros. Es para mí la gran recompensa de dedicarme a escribir, conectar con los demás a través de mis historias.

** Podrías haber escrito sobre un amplio espectro de temas, ¿por qué elegiste novelas de aventuras de ambientación histórica? ¿y por qué el siglo XII, precisamente? ¿Has necesitado mucho tiempo para documentarte?
Claudia Casanova:
Empecé a interesarme sobre la Edad Media y el siglo XII en concreto tras la lectura de historiadores como Jacques LeGoff o Georges Duby, que supieron transmitir la belleza y la explosión cultural de un siglo que fue injustamente oscurecido por un Renacimiento deslumbrante, sí, pero que en última instancia bebió de los esfuerzos de los abades, guerreros y campesinos que vivieron y murieron en la Alta Edad Media, entre el 800 y el 1300. Además, las novelas de aventuras e históricas siempre me gustaron, desde que leí a Alejandro Dumas o a Walter Scott: son historias faltas de pretensiones, en el mejor sentido, y que sin embargo se graban en la mente de muchos lectores porque hablan de nociones que hoy nos parecen precisamente eso, novelescas, como el honor, la amistad y la lealtad –y no digamos el amor– y que todo el mundo desea tener en su vida. Y yo quiero hablar de todo eso. Creo que el siglo XII, y en general toda la Edad Media, ofrece estampas muy difíciles de rechazar para un escritor, dónde puede tejer una historia de personajes contra un fondo de acontecimientos increíblemente emocionante. En "La tierra de Dios", por ejemplo, esos lugares fueron Barcelona, Toledo y Córdoba, que son tesoros narrativos en sí mismos.
Dedico unos meses a documentarme, por supuesto: emprendo la lectura de una decena de libros para cada novela, y si hay algún episodio especialmente concreto en el que debo ser muy minuciosa, entonces profundizo mucho más, hasta leer tesis universitarias o trabajos más detallados. Mi labor como escritora luego consiste en tamizar y filtrar esos datos para que el lector perciba la ambientación, pero que no esté abrumado por ella. En términos culinarios, es como un aderezo, que no debe cargar el plato principal.

** Aún siendo ficción, para el personaje de Aalis ¿te has inspirado en alguna figura en particular?
Claudia Casanova:
Me inspiré en una de las leyendas que cuenta Jacobo de la Vorágine, de una mártir que rechazó casarse con el hombre al que la había prometido su familia, y declaró ser "esposa de Dios", lo cual ponía en un brete a la interesada familia: como novicia y virgen, era intocable según la Iglesia y había que respetar su vocación, pero ninguna jerarquía eclesiástica la ayudó pues pesaban más los intereses. La obligaron a ayunar, la encerraron, la torturaron incluso, pero no dio su brazo a torcer. ¡Mi protagonista no lo pasa tan mal, aunque sufre lo suyo!
 
Leonard Quintero
http://ciberanika.blogspot.com/2010/09/entrevista-claudia-casanova-por-la.html


Renacimiento nórdico

 
El Renacimiento nórdico es el término utilizado para describir al Renacimiento en el norte de Europa, o más ampliamente, fuera de Italia. Antes de 1500 el Renacimiento italiano no había tenido casi influencia fuera de Italia. Después de ese año se expandió por Europa, pero las influencias del gótico tardío permanecieron hasta la llegada del Barroco.
 
En Francia, el rey Francisco I importó el arte italiano, encargó obras a grandes artistas (incluido Leonardo Da Vinci ), y construyó a buen costo grandes palacios, iniciando el Renacimiento francés. Muchos escritores como Rabelais y Pierre de Ronsard abrevaron en el espíritu del renacimiento italiano. Desde Francia, el movimiento se difundió a los Países Bajos, al Sacro Imperio Romano Germánico y Escandinavia con el Renacimiento alemán, y finalmente a Britania a fines del Siglo XVI. Durante el Renacimiento inglés, (que se superpuso a la era isabelina) escritores como William Shakespeare y Christopher Marlowe compusieron obras de influencia duradera. El Renacimiento fue llevado a Polonia directamente desde Italia por artistas de Florencia, iniciando el Renacimiento polaco. El Renacimiento nórdico se diferenció del italiano por su centralización del poder político. Mientras que Italia estaba constituida por ciudades-estado independientes, los países de Europa central y Europa occidental estaban emergiendo como estados-nación. El Renacimiento nórdico estuvo también muy ligado a la reforma protestante, y la larga serie de conflictos internos y externos entre varios grupos protestantes y la Iglesia Católica Romana.
 
Panorama

 

Quizá más importante que el inicio del Renacimiento en el norte de Italia fue su difusión a través de Europa. Además, Europa occidental era largamente más uniforme bajo el sistema feudal. Este sistema económico había dominado allí por cientos de años, pero estaba en declinación al inicio del Renacimiento. Las razones para tal declive incluyen el contexto posterior a las grandes plagas, el creciente uso de moneda en lugar de tierras como medio de pago, el mayor número de siervos viviendo en libertad, la formación de los estados-nación con monarquías interesadas en reducir el poder de los señores feudales, la inutilidad creciente de las armas feudales frente a las nuevas tecnologías militares (por ejemplo, las armas de fuego), y un crecimiento general en la productividad agropecuaria debido a la mejora de las técnicas y métodos de cultivo. Como en Italia, la declinación del feudalismo abrió el camino para los cambios culturales, sociales y económicos asociados con el Renacimiento en Europa occidental.

 

Finalmente, el renacimiento en Europa occidental fue empujado por un retroceso de la Iglesia Católica de Roma debido a su eventual incapacidad para ayudar con las devastaciones de la Peste negra y el Cisma de Occidente que dividió a Europa. El bajo poder del feudalismo significó romper una política largamente establecida en la que los religiosos ayudaban a mantener a la población de menos recursos bajo control para recaudar impuestos. En consecuencia, a principios del Siglo XV se produjo la aparición de muchas instituciones y movimientos seculares. Entre los más importantes se encuentra sin duda el humanismo, que estableció las bases filosóficas para gran parte del arte y la ciencia renacentista. Muchas expresiones artísticas de este período hubieran sido prohibidas por la Iglesia un siglo antes, y ahora se toleraban e incluso promovían.
Sería inapropiado describir al Renacimiento como no religioso. El cristianismo era todavía una influencia predominante a través de Europa, y jugaba un rol importante en la vida del pueblo y de la nobleza. Sería más acertado describirlo como una época de crecimiento del secularismo, en la que la población retenía su religión pero comenzaba a participar en asuntos fuera de la iglesia.
 
 
Leonard Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/Renacimiento_n%C3%B3rdico

Renacimiento mexicano

 
Cuando en la Europa del siglo XV se desarrollaba el revolucionario movimiento intelectual de las ciencias y del arte del Renacimiento, en México dos poderosos estados indígenas, el imperio azteca y el imperio tarasco, construían toda una cultura de la que numerosos restos arqueológicos y objetos de arte realizados por los diferentes pueblos que habitaban la zona en ese momento, dan prueba. Los orígenes históricos del periodo azteca están ligados a la coalición militar conocida como la Triple alianza, en la que tres estados emergentes México-Aztecas, Acolhua y Tlacopan unieron sus territorios y su poder dotando a esta cultura de la jerarquía necesaria para extenderse hacia las costas del Pacífico y el Golfo de México. El Oeste, el Norte y parte del centro, quedaban en manos de los tarascos, una rica cultura dotada incluso de un lenguaje propio sin ligazón alguna al resto de lenguas del antiguo México. Con la importante expansión de los aztecas floreció un estilo artístico internacional, a través de un lenguaje formal y conceptual que reunía las diversas culturas del imperio, creando un diálogo entre ellas y de este modo, una identidad común en la que reconocerse. Se compartían así, los relatos y los conocimientos sobre las deidades y rituales que luego se representaban en las esculturas, las cerámicas y los trabajos de joyería. Pruebas de este estilo común a diferentes naciones son las dos imágenes escultóricas que abren la exposición: Coatlicue la expresión femenina de la creación y la destrucción de la vida- y Xiuhtecuhtli el joven dios del fuego o la personificación del sol con el poder del calor y de la luz como esencias de lo masculino. La muestra El Imperio Azteca recrea este periodo, organizando el montaje en diez temas que atraviesan su historia desde el desarrollo hacia el cenit, hasta su posterior declive. Para la exhibición en Bilbao se ha ampliado el número de piezas presentadas, en relación con las que ya pudieron verse el pasado invierno en Nueva York, constituyendo la exposición más exhaustiva dedicada al arte y la cultura de esta civilización hasta la fecha. En aquella ocasión, la intervención de los arquitectos Enrique Norten de TEN Arquitectos + J. Meejin Yoon envolvía la espiral de Frank Lloyd Wright en una ondulante cinta que simulaba simbólicamente la forma de la serpiente, uno de los protagonistas del bestiario mesoamericano. Para el diseño en Bilbao, Norten ha transformado el singular edificio de Frank O. Gehry a través de una vitrina sutil y continua que se articula a lo largo del recorrido, mediando entre las piezas, el espectador y el edificio. Una estructura de cristal que se contrae y expande generando espacios específicos y creando un recorrido intimista en el que destaca el contraste de los diferentes grados de transparencia y la materialidad de las piezas.
 

 

Leonard Quintero
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Filosofía natural en la Edad Moderna

La filosofía natural en la Edad Moderna puede dividirse en dos grandes períodos: primero, el paso de la Edad Media a la Edad Moderna a través del Renacimiento; segundo, la filosofía natural moderna propiamente dicha, precursora (o idéntica) a las revoluciones científicas de la modernidad.
 
De la Edad Media a la Edad Moderna

Suele considerarse que la Edad Moderna se inaugura con el humanismo y el Renacimiento y se distinguen dentro de ella corrientes tales como la platónica, neoplatónica, aristotélica y, dentro de ésta, la averroísta y la alejandrinista, entre otras. Por otra parte, a veces se atribuye al platonismo renacentista el afán de renovación religiosa, mientras que al aristotelismo el de las ciencias naturales. Sin embargo, muchas veces no pueden hacerse en historia divisiones excesivamente incomunicadas. Es verdad que el Renacimiento centra su atención en el hombre y desde su propia originalidad y valor descubre a Dios, a la cultura y a la naturaleza. La Edad Media había partido de un orden dado por la revelación divina y encabezado por Dios-Creador tratando de dar una explicación racional a dicho orden, mediante las categorías filosóficas griegas, sobre todo. Con ello, la atención medieval se había centrado en la pura especulación, dejando de lado las consideraciones naturales, científico-positivas de la naturaleza: este mundo no era más que uno de tantos elementos creados por Dios y ordenados a él. Cabría pensar que la ciencia medieval había abandonado el aspecto científico llamado positivo del saber y la filosofía natural; lo que vendría avalado por el hecho de la gran preponderancia que tuvo el pensamiento platónico en la Edad Media y por tratarse de un platonismo entendido en su aspecto más especulativo.
 
Fue la Escuela de Chartres, entre otros, la que subrayó aquel aspecto matemático y cientista de Platón, en su Timeo. Por otro lado, si bien sigue siendo verdad que el saber científico y la filosofía de la naturaleza experimentaron en general un detenimiento en la Edad Media en aras de la teología y de la especulación, sin embargo, en el mundo cristiano, y en el musulmán, la preocupación por la naturaleza y la ciencia fue extraordinaria en ocasiones, hasta el punto de que puede hablarse hoy ya de auténticos precursores del Renacimiento naturalista y científico en el seno del pensamiento islámico, tal como lo vienen demostrando modernas investigaciones, concretamente en España.
 
Puede, pues, quedar asentado, en términos generales, que el Renacimiento implica una novedad frente a la Edad Media: al partirse, en aquél, del hombre mismo, de su originalidad radical, natural e histórica, se ven con ojos nuevos tanto a Dios como al mundo, aunque en estrecha dependencia aún con la Edad Media. Esta conexión es múltiple, en orden a la filosofía natural: ante todo está el hecho de que se siga considerando como tema muy principal la relación de la filosofía natural con el problema religioso, de una manera u otra, explícita o implícitamente; y en segundo lugar está el empalme que se realiza con la filosofía de Platón y Aristóteles. Ahora bien, si Aristóteles, por intermedio de Averroes nos trajo el naturalismo e interés por la filosofía natural a Occidente en la Edad Media, ese mismo Aristóteles es corregido en el Renacimiento, primeramente por el mal estilo literario con que se había transmitido a través del decadente latín medieval; en segundo lugar, porque los mismos textos aristotélicos son sometidos a la prueba histórica y filológica; y, por último, pasando del aspecto formal a la crítica del contenido propiamente tal. El Estagirita, pues, da un gran impulso a la filosofía natural: ésa es su principal contribución al Renacimiento, aparte de algunas consideraciones de contenido que también son aceptadas. Pero la filosofía natural renacentista camina ella sola por sus propios derroteros y con una personalidad absolutamente propia.
 
En cuanto al platonismo, es cierto también que se remoza, sufriendo las mismas vicisitudes de Aristóteles. Se le aprovecha, sobre todo, para la renovación y renacimiento religioso. Pero su espíritu matemático, su estructuración científica del universo del Timeo, la intercomunicación de todos los seres acentuada por el neoplatonismo, pasan a primer plano influyendo poderosamente en la filosofía natural, aun en la que se profesaba aristotélica, dando en ocasiones lugar a formas de filosofía natural, tales como la magia, el misticismo, etc. Por último, el Aristóteles de que dispone el Renacimiento todavía está fuertemente neoplatonizado, aunque en menor grado que en el final de la Edad Media; ello, unido al interés explícito de ciertos renacentistas en conciliar a Platón y Aristóteles, hace que la filosofía natural del Renacimiento sea una mezcla extraña aún de Platón y Aristóteles, aunque determinados grupos de filósofos de la naturaleza se profesen aristotélicos o platónicos.
 

Nicolás de Cusa

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El tránsito de la Edad Media al espíritu científico y filosófico de la Edad Moderna viene marcado especialmente por Nicolás de Cusa (1401-1464). En él se aúnan el neoplatonismo (sobre todo de tipo místico), el pensamiento de Dionisio Areopagita, el nominalismo del final de la Edad Media, con su base matemática y agnóstica, el aristotelismo proveniente de Averroes, el tomismo y el humanismo. Todo ello cristaliza en Nicolás de Cusa de una forma totalmente personal: se trata de un nuevo estilo de platonismo y neoplatonismo místico que abrirá las puertas a la filosofía natural posterior de la Edad Moderna.
Nicolás de Cusa parte de la distinción radical platónica (con la categoría del jorismós) entre Dios infinito y el mundo finito: aquél es la unidad de la complicación del mundo de opuestos creados por Él, y el mundo, a su vez, viene a ser una explicación de la unidad divina. Con estos conceptos de complicatio y explicatio de Dios y mundo, se introduce un nuevo elemento platónico: la mezexis o participación.
Ahora bien, guiado por el naturalismo aristotélico, su atención se centra en los seres finitos, concretos, naturales y opuestos unos a otros; sin embargo, se aparta inmediatamente de Aristóteles y de toda la tradición medieval al establecer que todos los seres ocupan un mismo rango dentro del orden de lo creado; ya no hay diferencia entre el mundo supralunar e infralunar, ni los elementos se cualifican por el lugar que ocupan en el espacio. Todas las cosas y elementos gozan de la misma naturaleza creada y sólo se diferencian por el hecho de que tengan más o menos elementos simples, unidos en una u otra proporción. Más aún, esta concepción obedece al principio de que nada es exacto y absoluto, excepto el infinito, esto es, Dios. Todo lo demás está situado en un lugar cuyo punto de referencia siempre será relativo, no puede hablarse de un arriba o un abajo absolutos, ni de una Tierra como centro firme e inconmovible del Universo; nuestro conocimiento de lo creado finito es siempre relativo, excepto cuando se trata de Dios que, en la otra vida y en unión mística, es exacto.
El naturalismo aristotélico ha llevado al Nicolás de Cusa a la destrucción del mismo Aristóteles y precisamente por la intromisión del pensamiento platónico. Es posible que además de la terminante división platónica entre Dios, ideas y mundo, intervenga en su concepto de conocimiento inexacto y relativo de lo creado la indeterminación corética que Platón hace operar en el Timeo por medio de la materia-espacio o jora. Al establecer, por lo demás, como único centro absoluto del Universo a Dios, y a todo lo demás como relativo en su composición de todos los elementos en cada cosa y en su posible conocimiento, poniendo además en pie de igualdad a todos los elementos, inaugura una posible concepción moderna de la filosofía natural que será tomada por la ciencia posterior. Sin embargo, sigue empalmando con la Edad Media por su consideración teológica y por su arranque de Aristóteles y sobre todo del neoplatonismo y Platón.
 

Platonismo

 
El platonismo inaugurado por Nicolás de Cusa es seguido particularmente en Italia, por Jorge Gemisto Pletón (1355-1452), Juan Basilio Bessarion (1403-1472) y Ambrosius Traversarius (1396-1439), naciendo así la Academia de Florencia, bajo el patrocinio de Marsilio Ficino (1433-1499) y Cosme de Médicis, y en la cual florecieron el mismo Marsilio Ficino y Cristóbal Landino (1424-1498). Dentro del mismo neoplatonismo del Cusano se mueven León Hebreo (1460-1533), Francisco Baibizzi (1529-1597) y sobre todo, en orden a la filosofía natural, Pico della Mirándola (1463-1494). Éste, estrechamente ligado a la Academia platónica de Florencia, estudió a Aristóteles y el averroísmo, con lo cual pudo encuadrar al Estagirita dentro de un contexto neoplatónico más amplio. Para Pico della Mirándola el hombre está sometido a una previa y radical indeterminación desde la que tanto puede degradarse como regenerarse y perfeccionarse. Para lograr la máxima perfección el hombre dispone de las Ciencias y de la Filosofía y, dentro de esta última, la filosofía natural especialmente. Ciencias y filosofía son caminos para una especulación más alta: la Teología, donde el hombre encuentra plenamente la paz; la ciencia aristotélica y la religiosidad que impregna el platonismo renacentista se hallan, pues, unidas en Pico della Mirándola.
Esta unidad de Aristóteles y Platón se refleja aún más al describir de modo más detallado los medios que hacen falta para lograr esa paz, fin último del hombre. Estos medios son: primeramente la magia, calificada por Pico, como «la total perfección de la filosofía natural», teniendo por objeto el descubrimiento de la unidad radical e imbricación de todos los seres entre sí; en segundo lugar, la cábala que sirve para interpretar los misterios divinos mediante una hermenéutica de las Sagradas Escrituras con categorías y procedimientos típicamente platónicos y neopitagóricos: se trata de extraer el sentido oculto de la letra bíblica; por último, la astrología, dando a esta disciplina un carácter matemático en forma de astronomía y quitándole todo aquello que pueda atentar contra la dignidad del hombre, a saber: el hecho de que la vida humana esté condicionada por la marcha de los astros y de los seres celestes. El naturalismo aristotélico y averroísta lleva a Pico della Mirándola a la consideración de la filosofía natural; el platonismo, a la matematización del universo y a la íntima relación existente entre todos los elementos del cosmos. Sobre los conceptos de magia y de filosofía natural en el Renacimiento volveremos a hablar luego: son los precedentes de la ciencia propiamente tal de la Edad Moderna.
 
Aristotelismo

Pico della Mirándola es así el prototipo del platonismo salido de Florencia en filosofía natural, que, como hemos visto, a pesar de su filiación a Platón, deja entrever un intento consciente o inconsciente de armonización con Aristóteles. Frente a esta línea declaradamente platónica florentina, se levanta polémicamente el aristotelismo que naciendo incluso dentro de la misma Florencia se centra sobre todo en torno a Padua. Posteriormente puede distinguirse entre un aristotelismo propiamente tal y otro averroísta: los dos coinciden en su preocupación por el problema del alma y su inmortalidad, en su defensa de la necesidad con que funciona el mundo físico, en el problema de las relaciones entre la libertad humana y la providencia y presciencia divinas y, por último, en su mayor o menor adhesión a la doctrina de la doble verdad averroísta. En todo caso, el aristotelismo renacentista ha contribuido eficazmente en la Historia del pensamiento al mejor y más exacto conocimiento de Aristóteles y, sobre todo, como queda dicho, al incremento del interés por las ciencias naturales y por la filosofía natural.

Un exponente claro de este sector aristotélico es Pedro Pomponazzi (1462-1524), médico y filósofo, incardinable en la facción del aristotelismo propiamente tal. Pomponazzi busca ante todo el orden racional y necesario de la Naturaleza, razón por la cual la fuente inspiradora de su filosofía natural es Aristóteles. Todo ser es algo puramente natural, incluso el alma misma y, como tal, está sujeto a leyes necesarias, inmutables y autónomas; Dios ha creado todo y actúa en todo, pero no de forma directa sino naturalmente, por intermedio de todos los seres creados y sujetos por Él a unas leyes naturales; el mismo milagro, no es sino efecto natural de unas circunstancias físicas que por no ser «normales» y acostumbradas, resultan para nosotros «milagrosas». Más aún, Pomponazzi, al admitir con el aristotelismo musulmán el influjo de los astros y cuerpos celestes en la vida humana y natural de la tierra, explica por este influjo natural y necesario los resultados de la magia.
Pero este naturalismo y cientifismo o pseudocientifismo nacido por impulso de la renovación de Aristóteles, rebasa ya los mismos contenidos doctrinales de la filosofía natural del Estagirita. Por ello, se pasa a la magia, al naturalismo, y, finalmente, a la ciencia propiamente dicha del Renacimiento, dejando de lado al propio Aristóteles y Platón, aunque, en realidad, sigue su influjo solapado e implícito en todo el pensamiento naturalista siguiente.
 

Magia, filosofía natural y ciencia

 
El primer paso después del rebasamiento de Aristóteles es el ya insinuado por Pico della Mirándola: la magia. Ésta se basa en dos principios fundamentales: primeramente en el hecho de que todo ser del universo está penetrado por una fuerza especial, única y semejante (o igual) a la que anima al hombre y que lleva a una comunidad de todos los seres en forma de simpatía universal. Con ello surge el intento de querer apresar esa fuerza común y oculta como se puede apresar y dominar cualquier objeto natural. El segundo principio se deriva de éste y consiste en la admisión de la posibilidad de penetrar en los secretos más ocultos de la naturaleza de forma directa, para lo cual se inventan fórmulas y procedimientos mágicos eficaces. Se trata, pues, de un dominio del hombre sobre todo lo natural, partiendo de la base de la comunidad de naturaleza que une lo más oculto y radical de los seres con lo más oculto y radical del hombre mismo y sus poderes.
 
El núcleo del universo viene expresado de las formas más diversas; así, para Cornelio Agripa Nettesheim (1486-1535), lo que penetra al hombre y al cosmos entero es el espíritu; el hombre con su alma, puede así dominar los secretos del mundo por medio de una magia naturalista, por una magia celeste o por una religiosa o ceremonial. Teofrasto Paracelso (1493-1541) inaugura unos nuevos caminos para la medicina: ante todo por su intento de unir íntimamente la teoría y la praxis de la misma. Esta idea tan fecunda la cristaliza Paracelso mediante los principios base de la magia: si el hombre es un microcosmos en continua y radical comunidad en su ser y actuar con el resto de universo, para realizar una curación en él habrá que tenerse en cuenta todos los influjos que pueda recibir de fuera (de los astros, de las estaciones, etc.) y se deberá actuar, no sólo en el paciente sino también y sobre todo en el resto del universo que ha podido producir en él un determinado fenómeno patológico; el procedimiento, pues, de la terapia habrá de ser eminentemente mágico. Estas mismas ideas, en el ámbito de la medicina mágica, son seguidas por Jerónimo Cardano (1501-1576). Otros representantes de la magia renacentista son: Johannes Reuchlin (1455-1522), Juan Bautista della Porta (1535-1615), Juan Bautista van Helmont (1577-1644) y Roberto Fludd (1574-1637).
 
Un paso más adelante lo da la filosofía natural de Bernardino Telesio (1509-1588), precursor en muchos aspectos (a pesar de las grandes diferencias que les separan) de Galileo. Concretamente coincide con este último en el principio de que la naturaleza goza de principios propios y autónomos; Dios efectivamente es creador, pero ha creado la totalidad de las cosas; lo individual funciona según sus propias leyes; todo se explica por ellas y no por la acción de Dios que no opera sobre lo particular sino sobre la totalidad del Universo. Llega Telesio a confundir a Dios con las mismas fuerzas naturales que rigen al cosmos, de forma tal que podría decirse que un aspecto de Dios queda naturalizado. De acuerdo con esta idea de la naturaleza, de sus hechos y de sus leyes, su ideal metódico es la «objetividad», preludio de un futuro empirismo cientista, o de un racionalismo de tipo cartesiano. Ahora bien, el hombre puede conocer la naturaleza, porque él mismo es naturaleza. Más aún y en esto discrepará Galileo, el hombre y la naturaleza están unidos por un panhilozoísmo, hilozoísmo universal; todo ser está dotado de sensibilidad al igual que el hombre; únicamente que este último puede elevarse a consideraciones científicas superiores, que, por otro lado, no son más que desarrollos de la misma sensibilidad y sin salirse de ella. Por lo demás, el mundo está regido por dos fuerzas: el calor y el frío, y está compuesto de solamente dos de los cuatro elementos clásicos: la tierra y el fuego.
 
Puede verse que Telesio surge con su filosofía natural, más cercana al cientifismo posterior, del seno de la misma magia al admitir aquel pananimismo tan característico de ésta. Por ello, Giordano Bruno (1548-1600) y Tomás Campanella (1568-1639), pueden considerarse como seguidores telesianos desviacionistas, mientras que Galileo será su seguidor más en la línea científica moderna. Giordano Bruno sigue adicto a su entusiasmo por la naturaleza aunque en su vuelta al neoplatonismo y a la magia, le hace abocar a un naturalismo dionisiaco que en realidad detiene el proceso de acercamiento a la ciencia. Por parte de Campanella, su naturalismo está enfocado a la construcción de una teología política o simplemente de una política.
Finalmente, sentadas las bases de objetividad, naturalismo, independencia y necesidad de las leyes físicas y naturales y la posibilidad del hombre de conocerlas, queda abierto el camino, a través de la filosofía natural, para que aparezcan en escena los científicos propiamente tales de la Edad Moderna, tales como Leonardo da Vinci (1452-1519), Copérnico (1473-1543), Kepler (1571-1630), Galileo (1564-1642), Francisco Bacon (1561-1626).
 

La filosofía natural moderna

Racionalismo cartesiano

 
El final científico de este proceso que, partiendo de un aristotelismo y platonismo, pasa por una dimensión mágica y otra de filosofía natural, empalma de nuevo de forma explícita con la filosofía por obra de René Descartes (1596-1650). Descartes inaugura tres dimensiones del pensamiento: el metodológico, el subjetivista y el científico-matemático. Ya antes Roger Bacon se había preocupado por el método. Descartes lo estudia de una manera radical: como método de salir de la duda o negación previa para llegar a verdades, de modo matemáticamente deducido y a base de ideas claras y distintas, según el modelo que le presentaban las mismas matemáticas de deducción rigurosa y de conocimientos exactos. Ese método llevará a Descartes a una metafísica y a una concepción dualista de la realidad que será en adelante el punto de fricción de gran parte de la filosofía moderna y contemporánea. Tras dividir toda realidad en «realidad extensa» y «realidad pensante», enfrenta el sujeto, que en su cogito-sum halla la primera certeza clara y distinta, a la realidad de un mundo exterior, reducido éste a pura extensión cuantitativa y movimiento mecánico. El mundo exterior al hombre es una pura extensión de materia única y sólida, carente de vacío y de cualquier aspecto atomista. Esa materia extensa y compacta es la misma para los seres físicos al alcance de la mano y para los cuerpos celestes y astrales, según el principio de igualdad de todos los seres asentado por Nicolás de Cusa enfrente de la tradición medieval.
 
Ahora bien, Descartes aplica tres principios fundamentales a la consideración de esta materia natural extensa en su filosofía:
 
El principio de inercia: nada cambia de su estado primitivo a no ser por un agente exterior que lo mueva.
Una vez puesto un cuerpo en movimiento su trayectoria es siempre la de la línea recta.
El movimiento impreso por un agente exterior a la materia extensa permanece siempre constante, aun en el caso de choque entre varios cuerpos.


Con ello, Descartes se ve obliga
do a hacer intervenir a Dios, como propulsor de un movimiento originario de la materia cósmica total. Este movimiento se propaga inercialmente sin modificación alguna, haciendo que la materia compacta se fragmente progresivamente en cuerpos cada vez más pequeños, más sutiles por su tamaño; los cuerpos más densos se mueven mecánicamente dentro del fluido de los más sutiles o «pulverizados» sin que en ningún caso llegue a producirse el vacío.
 
Por otro lado, Descartes ataca directamente el concepto aristotélico de movimiento, reduciendo toda la tipología del mismo hecha por el Estagirita a una sola: el movimiento local, lineal y uniforme que luego deriva en forma de torbellinos. Dos elementos, pues, de la consideración cartesiana de la naturaleza: la extensión mensurable matemáticamente y el movimiento también mensurable; de la conjunción de ambos elementos surge toda la gama polimorfa de cualidades captadas por nuestros sentidos; la realidad con que se enfrenta su filosofía natural es una res extensa y en movimiento.
 
Si, por otro lado, antes consideramos en Bernardino Telesio un espíritu de objetividad muy próximo al futuro empirismo, en Descartes cabe plantearnos también el papel de la empeiría o experiencia. Bien es verdad que Descartes es calificado fundamentalmente como racionalista, al poner en primer término, como fuente de todo conocimiento, por encima de la experiencia sensible, el poder de la razón. Esta preponderancia de la mente y subordinación de la experiencia es lo que diferencia cualquier filosofía racionalista de otra empirista. Sin embargo, podemos afirmar que en la filosofía de Descartes no está excluida la experiencia, más aún, una cierta experiencia ocupa el lugar central de su pensamiento, a saber: la experiencia de la conciencia detectada en el cogito y en los actos concienciales de cualquier tipo; este empirismo interiorista y subjetivista llevará al empirismo psicológico de la introspección. Más aún, la realidad del mundo exterior se me da en la experiencia de la conciencia propia, pero esto habría que perfilarlo un tanto más; en la Sexta Meditación se nos da un simple conocimiento intelectual según el cual se ofrece la mera posibilidad de un mundo de cosas materiales; la imaginación, por su lado, nos da no sólo la posibilidad sino también la probabilidad de las mismas; por fin, la experiencia de los sentidos me brinda la real existencia de ese mundo exterior que racionalmente se justifica con exactitud y evidencia por medio de la apelación a Dios. Con esa experiencia sensible me percato de la existencia de mi propio cuerpo, de la existencia de otros cuerpos materiales en torno al mío y en relación con él, y, finalmente que debe haber en esos cuerpos algo que corresponda a mis sensaciones de las diversas cualidades de color, sonido, suavidad, etc. cualidades que, a nivel racional, hemos visto resuelve en términos de extensión y movimiento. La experiencia, pues, en la filosofía natural cartesiana, tiene un relevante valor, si bien relativo y subordinado al centro de detectación de los mismos: la conciencia, y al centro explicativo último de los mismos, la razón.
 
Claro está que el propósito de Descartes no se cerraba en la consideración del propio sujeto pensante y en la salida de la duda metódica universal: quería, a partir de ahí, saltar a la investigación del mundo natural, de la ciencia, de la filosofía natural. Pero la problemática que él planteó de la subjetividad hizo que él mismo quedase encerrado en sus propias redes y que no avanzase como quisiera en otros campos. Del mismo modo ocurrió con sus seguidores que se quedaron en la problemática del método, en las relaciones alma-cuerpo, en el ocasionalismo, etcétera, sin que hiciesen avanzar, como era la intención de Descartes, la ciencia y la filosofía natural, a pesar de que algunos de ellos escribieron incluso tratados sobre filosofía natural o disciplinas afines. Así, por ejemplo: Enrique Le Roy (1598-1679), Juan de Raey (1622-1701), Adrián Heereboord (1614-1659) Arnold Renerio Geulincx (1625-1669), precursor del ocasionalismo posterior, Everardo Digby (1578-1606), Claudio Clerselier (1614-86), etc., sin contar los conocidos racionalistas poscartesianos: Spinoza, Malebranche y Leibniz. Entre todos ellos tal vez merezca la pena recordar como representativo del cartesianismo y, a la vez, de las primeras desviaciones del mismo a Manuel Maignan (1600-1676) que escribió Cursus philosophicus concinatus ex notissimis cuique principiis ac praesertim quoad res instauratus, ex lege naturae sensatis experimentis comprobatus, aparte de otros tratados filosóficos, físicos y matemáticos. Sigue adicto al mecanicismo cartesiano, conserva parte de su racionalismo y sostiene como Descartes la idea de que las cualidades percibidas por los sentidos son el efecto de una serie de acciones mecánicas y extensionales. Sin embargo, su interés se centra sobre todo en la Física, hasta el punto de calificar a la Metafísica como una especie de propedéutica, propugnando la sustitución del nombre de esa disciplina, por el de «Prophysica». Al centrarse en lo físico, se hace eco de las orientaciones empiristas que van surgiendo y propugna la experiencia como método imprescindible y fundamental para la consideración de la Naturaleza. Esta Naturaleza ya no es como la cartesiana una materia compacta y sólida, sino un conjunto de átomos en movimiento, específicamente distintos entre sí.
 

Atomismo

 
El camino para el atomismo está ya abierto y es Pedro Gassendi (1592-1655) el que desarrollará esta teoría dentro del ámbito de la filosofía natural de la Edad Moderna. Físico, matemático, filósofo y teólogo, se puso en contacto con la tradición aristotélica a la que remontó en su teoría de la naturaleza. Por otra parte, dada su vocación, estuvo en estrecho contacto con Thomas Hobbes, Pierre de Fermat, René Descartes y profesó una profunda simpatía por las doctrinas científicas de Telesio, Campanella, Bacon, Kepler y Galileo. De momento, opone al estricto racionalismo cartesiano un profundo empirismo: todo nuestro conocimiento nace de los sentidos y desde ellos, gracias a nuestra facultad de la ratio universalitatis podemos remontarnos a teorías abstractas de la realidad con tal de que nunca pierdan el contacto con los datos de la experiencia.
 
Gassendi rechaza decididamente la materia llena escolástica y la cartesiana carente de vacío. Para que los cuerpos puedan moverse necesitan del espacio vacío y del tiempo que no son ni sustancias, ni accidentes, ni seres materiales, ni espirituales, pero existentes realmente. En su seno se mueven los átomos, cuerpos físicamente indivisibles. Dios creó la materia de la nada en el vacío espacio. Esta materia originaria carecía de toda determinación y cualidad. De ella se formaron los átomos finitos en número y distintos entre sí sólo cuantitativamente (magnitud, peso, figura, etc.), constituyéndose así las cualidades primarias. Las cualidades secundarias (color, sabor, etc.) dependen del sujeto que percibe los seres materiales. Por otro lado, en medio de esta concepción atomista y mecanicista de la Naturaleza, inspirada en parte en Descartes, Epicuro y Leucipo-Demócrito, inserta una visión hilozoísta: la materia está dotada de una especie de vida y sensibilidad que ya estaba en una especie de rationes seminales creadas por Dios y que por el movimiento se fueron desarrollando en forma de átomos (a partir de la materia informe originaria) y en forma de los demás seres que tenemos ante la vista.
Las tesis de Gassendi sufrieron los más violentos ataques por parte sobre todo de los escolásticos y aristotélicos, aunque gozó de un gran predicamento, como en Francisco Bernier (1620-88), Santiago Sallier (1615-1707), Edmundo Rostand (1619-55), Luis Rodríguez de Pedrosa (m. 1673), Isaac Cardoso (1615-80), etc. A este elenco de filósofos de la Naturaleza habría que añadir todos los pertenecientes a la Escolástica Ecléctica posterior de la Escuela de Sevilla, de Valencia, de Cervera, de Argentina, México y Ecuador.
 
 
Leonard Quintero
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Historia de la ciencia en el Renacimiento

El redescubrimiento de textos científicos antiguos durante el Renacimiento se aceleró después de la caída de Constantinopla, en 1453 y la invención de la imprenta democratizaría el aprendizaje y permitiría una propagación más rápida de nuevas ideas.

En este período inicial, el Renacimiento es visto a menudo como un retroceso científico. Historiadores como Janeth Chang (1991) y Francisco Gibert (1990) han criticado cómo el Renacimiento afectó a la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado. Los humanistas favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han focalizado en la influencia positiva del Renacimiento puntualizando factores como el redescubrimiento de muchísimos textos ocultos o perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie Boas Hall acuñó el término "Renacimiento científico" para designar la primera fase de la Revolución científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos fases para explicar la génesis de la ciencia moderna: un Renacimiento científico en los siglos XV y XVI, centrado en la restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una Revolución científica en el Siglo XVII, cuando los científicos pasaron de la recuperación a la invención.
Contexto
 
A partir partir del renacimiento medieval del Siglo XII, Europa experimentó una revitalización intelectual especialmente relacionada con la investigación del mundo natural. En el Siglo XIV, sin embargo, acontecieron una serie de eventos que se conocerían luego como la "Crisis del medioevo tardío" . La Peste negra de 1348 produjo el fin del periodo previo de masivos cambios científicos. La plaga mató a un tercio de la población europea, especialmente en las ciudades, donde estaba el corazón de la innovación. Recurrencias de la plaga y otros desastres causaron una declinación continua de la población durante un período de cien años.
 
Renacimiento

El Siglo XV vio el comienzo del movimiento cultural renacentista. El redescubrimiento de los textos antiguos a partir de la caída de Constantinopla, se aceleró a causa de los muchos estudiosos bizantinos que debieron buscar refugio en Occidente, especialmente en Italia .
 
Cronología

La línea de tiempo muestra abajo a los científicos occidentales más relevantes desde la Alta Edad Media hasta el año 1600 . La línea roja vertical muestra el hiato entre la Peste Negra y la fecha de publicación del siguiente trabajo científico: el modelo heliocéntrico de Copérnico. Entre ambos hechos hay más de 200 años.


 
Desarrollos importantes

 
Química

La alquimia ,es el estudio de la transmutación de materiales a través de oscuros procesos. Es a menudo descrita como una forma temprana de química. Una de las principales metas de los alquimistas era encontrar un método para transmutar plomo en oro. La creencia común de los alquimistas era que existía una sustancia esencial que formaba a todas las demás y, si uno podía reducir un material a esa sustancia esencial, luego podría reconstruirla en la forma de otro material. Los alquimistas medievales trabajaron con dos elementos químicos: azufre y mercurio.
Uno de los principales alquimistas y físicos del Renacimiento fue Paracelso , quien añadió un tercer "elemento", la sal, para formar una trinidad de elementos alquímicos.
 
Astronomía

Durante el siglo XV se produjo un crecimiento acelerado del comercio entre las naciones mediterráneas y se exploraron nuevas rutas comerciales hacia oriente y occidente. Estas últimas acarrearon el descubrimiento de América por los europeos. Este crecimiento en las necesidades de navegación impulsó el desarrollo de sistemas de orientación y navegación y con ello el replanteamiento de materias como la geografía, la astronomía, la cartografía, meteorología, y la tecnología para la creación de nuevos instrumentos de medición como compases y relojes.
 
Nicolás Copérnico retomó las ideas heliocentristas y propuso un sistema en el cual el sol se encuentra inmóvil en el centro del universo y a su alrededor giran los planetas en órbitas con movimiento perfecto, es decir, circular. Este sistema copernicano, sin embargo, adolecía de los mismos o más errores que el geocéntrico postulado por Ptolomeo: no explicaba el movimiento retrógrado de los planetas y erraba en la predicción de otros fenómenos celestes. Copérnico, por tanto, incluyó también en su sistema epiciclos para ajustar su teoría a las observaciones realizadas.
 
Tycho Brahe, gran observador del cielo, realizó las más precisas observaciones y mediciones astronómicas para su época, entre otras cosas porque tuvo la capacidad económica para construir su propio observatorio e instrumentos de medición. Las mediciones de Brahe no tuvieron sin embargo mayor utilidad sino hasta que Johannes Kepler (1571-1630) comenzó a utilizarlas. Kepler invirtió muchos años tratando de encontrar la solución a los problemas planteados por el sistema de Copérnico, que utilizaba modelos de movimiento planetario basados principalmente en los sólidos perfectos de Platón. Con los datos completos obtenidos después de la muerte de Brahe, llegó por fin al entendimiento de las órbitas planetarias probando con elipses en vez de los modelos perfectos de Platón y pudo entonces enunciar sus leyes del movimiento planetario.
 
Los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas estando este en uno de sus focos
Una línea dibujada entre un planeta y el sol barre áreas iguales en tiempos iguales.
Publicada años después al mundo (1619): El cubo de la distancia media al sol es proporcional al cuadrado del tiempo que tarda en completar una órbita.


Nacido en el año de la muerte de Copérnico, Galileo Galilei (1564-1642) fue uno de los defensores más importantes de la teoría heliocentrista. Construyó un telescopio a partir de un invento del holandés Hans Lippershey y fue el primero en utilizarlo para el estudio de los astros. Así descubrió los cráteres de la luna, los satélites de Júpiter, las manchas solares y las fases de Venus. Sus observaciones eran únicamente compatibles con el modelo copernicano.
 
El trabajo de Galileo lo enfrentó a la Iglesia Católica que ya había prohibido el libro de Copérnico "de Revolutions". Después de varios enfrentamientos con los religiosos en los cuales fue respaldado por el Papa Urbano VIII y a pesar de los pedidos de moderación en la difusión de sus estudios, Galileo escribió su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo. En esta obra ridiculizó la posición de la iglesia a través de Simplicio el simplón. Por esta desobediencia fue llevado a juicio en donde fue obligado a abjurar de sus creencias y posteriormente recluido bajo arresto domiciliario, que duró poco. Murió con la bendición papal a los 88 años. Durante el siglo XX el papa Juan Pablo II dio disculpas al mundo por esta injusticia contra Galileo.
 
Geografía del Nuevo Mundo

En la historia de la geografía, el texto clásico clave fue la Geographia de Ptolomeo ( Siglo II ), traducido al latín en el Siglo XV por Jacobo de Angelo.
 
Ciencias naturales

Ya en el siglo XVI, se habían observado y descrito plantas y tratado de clasificarlas pero no se había encontrado un buen principio de clasificación. En el siglo XVII Tournefort, después de haber estudiado las plantas de todas las comarcas de Europa, llegó a una clasificación que ha subsistido durante una parte del siglo XVIII. Malpighi disecó las diversas partes de las plantas y publicó una obra en que describió la estructura de los vegetales. En el siglo XVI se había empezado a disecar los cadáveres. Vesale fundó la así la anatomía humana. Fallope había estudiado el interior del oído y el cuerpo humano. Otros estudiaron los huesos. Luego se hizo la anatomía de algunos animales, un hipopótamo, un caballo. Harvey descubrió la circulación de la sangre, lo cual trastornó todas las ideas relativas al cuerpo humano. Un italiano, profesor en Pavía, disecando un perro vivo descubrió los vasos por que circula el quilo. No se había observado en un principio más que el cuerpo humano, por razones prácticas, porque se quería aplicar las observaciones a la Medicina o la Cirugía. Malpighi estudió la organización de los animales de especies diferentes, para compararlas entre sí con puro espíritu científico, e inició así la anatomía comparada. La medicina obtuvo poco provecho de estas observaciones. Los médicos, organizados en cuerpo, no querían renunciar a las doctrinas de los griegos y se negaron por mucho tiempo a admitir la circulación de la sangre. En Francia explican las enfermedades por los humores, y seguían aplicando los antiguos tratamientos, la sangría, la lavativa, los purgantes. No obstante, se empezó en otros países a emplear contra la fiebre la quinina, planta venida América del Sur.
 
Los inventos

Torricelli estudió la salida de los líquidos. Los antiguos creían que al agua sube en las bombas porque la naturaleza tiene horror al vacío. Pero los fontaneros de Florencia habían observado que, a partir de cierta altura, el agua no subía. Torricelli ideó operar con un líquido mucho más pesado que el agua, el mercurio. Vio que en un tubo colocado encima de una cubeta de mercurio. Este no subía a una altura pequeña. Así fue inventado el barómetro. El barómetro había dado la noción del vacío. Otón de Guericke inventó la máquina neumática, que permitió obtener en un recipiente un vació casi tan completo como el del barómetro. Esta máquina fue resultado de una experimentación. Se pudo estudiar la física de los gases como había estudiado los líquidos. La invención del microscopio cambió las condiciones de la observación. De igual modo que el telescopio permitía ver los fenómenos muy alejados, el microscopio hizo visibles los demasiados pequeños para ser percibidos a simple vista. Swammerdam, estudió las metamorfosis de los insectos, y vio que se desarrollan según las mismas leyes que todos los demás animales. Leeuwenhoek, hizo él mismo microscopios, los infusorios, los glóbulos de la sangre. Estudió las arterias y las venas. El Telescopio de Galileo, fue construido en 1609 por el famoso astrónomo. Consistía en un telescopio de refracción, con una lente convexa en la parte delantera y una lente ocular cóncava. Gracias al invento, Galileo observaba la Luna y las estrellas, así como pudo descubrir las fases de Venus, lo que indicaba que giraba alrededor del Sol, como la Tierra. También pudo descubrir cuatro satélites orbitando alrededor de Júpiter. En la imagen superior podemos ver dos telescopios de Galileo conservados en el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia, como homenaje al instrumento que nos ha posibilitado saber donde estamos en el universo.
 
Leonard Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_ciencia_en_el_Renacimiento